Dos de los peores males de las sociedades modernas son la intolerancia y la mediocridad. Poco importa el asunto que se trate: al final se traduce en ‘mi opinión o idea, que es la verdadera, contra la tuya, que es un error y que no podemos tolerar’. Tu mundo contra el mío. La verdad contra el error. No hay matices, no hay grises. Es mi blanco contra tu negro. Es quien no está conmigo está contra mí.

Poco importa que se trate de un tema menor, baladí, u otro de la mayor importancia. Poco importa que en el pasado yo me haya declarado partidario de lo que tu dices o defiendes ahora. No importa. Ayer tenía razón con mi opinión como hoy la tengo con mi opinión contraria a la que tuve, o declaré. Lo que importa, ya lo decía Stalin, es lo que dice el partido. Más vale el error con el partido, que la verdad fuera de él.

Traducido hoy a este país, el nuestro, vemos como personas aparentemente inteligentes se contradicen en temas baladíes tan sólo por obtener una ventaja, o un titular, a corto plazo. No hay largo plazo. A largo plazo, decía JMKeynes, todos muertos.

Y esto vale para todos los partidos.

No digo yo que la opinión deba ser inmutable, pero sí, al menos, mantenida en el plazo inmediato. Qué importa lo que yo haya dicho o declarado sobre lo adecuado o no de las llamadas macrogranjas, o cualquier otro asunto en el pasado? Nadie se acuerda y por encima de todo está la fidelidad de los votantes. Poco importa lo que una parte de una coalición diga sobre este asunto u otro. Al final si la coyuntura lo aconseja los otros coaligados dirán lo contrario. ‘Stranges bedfriends’. La política hace extraños compañeros de cama. Amigos de ahora, enemigos de ayer y de mañana.

Todo esto no es nuevo, ni ha ocurrido una sola vez, y seguro que volverá a repetirse mañana o pasado. Ese no es el problema.

El verdadero problema es la situación en que me dejan a mí. Esto es lo que hay, queridos amigos.

Cómo en el chiste agarremonos a la brocha que nos han quitado la escalera.

Yo quisiera proponer un cambio legislativo para permitir el voto negativo. Así con mi voto yo propondría que le quitasen un voto a tal o cual partido.

No entiendo en absoluto a los negacionistas respecto a la vacuna. Pero sí entiendo, y muy bien, a quienes se niegan a votar. Aunque, probablemente, yo siga votando.

Ay, queridos amigos cosistas ¡cuánto os quiero!.

Hasta pronto, hasta siempre. Y abrigaos.

Un abrazo
Paco

20 de enero de 2022

Publicado en: Los socios escriben

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