Desnudar el alma
es abrir el corazón con pudor
y soltar las palabras trémulas
para que vuelen delicadas
más allá de la piel,
arropando su sensibilidad
en el tacto velloso del terciopelo.
Es dejar flotar las emociones
hasta tocar el cielo
con una inmensa ternura.
Desnudar el alma
es salir de la oscuridad
y contemplar los destellos de luz
en el mar frío de los sentimientos.
Es dejar salir las luciérnagas
que llevamos dentro
y contemplar el umbral brillante
que dibujan en la noche negra.
Es vaciar el lodo cenagoso
que atasca las incertidumbres,
los rencores y los miedos
en el limo de nuestra memoria.
Es exponerse a recibir juicios
denigrantes o indiferentes
y dejarse atrapar en vuelo
por los cazadores de mariposas
deseosos de clavarnos
en las paredes blancas
con un alfiler de plata.
Pero es también perderse
en unos ojos nobles
donde verse reflejado y estremecido,
sentir la caricia de una mano cálida
que zurce las heridas por dentro.
Desnudar el alma es vestirse
con un velo transparente
y dejar leer los versos grabados
sobre la piel frágil y tímida.

Esther Coïa / Marzo 2022

24 de marzo de 2022

Publicado en: Los socios escriben

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